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Las pensiones de las personas LGTBIQ: de la discriminación de ayer a la igualdad teórica actual, pero con muchos mayores LGTBI sin derecho a pensión o con pensiones muy bajas

Al igual que el resto de personas, las personas lesbianas, gays, trans, bisexuales, Intersexuales, queer o no etiquetados, pueden acceder a las pensiones contributivas de la Seguridad Social cuando se dan los supuestos de hecho requeridos por la normativa, y el resto de requisitos exigidos para cada una de ellas.  Esto no siempre fue así en el pasado, ya que, por ejemplo, el matrimonio entre personas del mismo sexo estaba prohibido y, además, la persecución de los homosexuales hacía difícil su acceso a un trabajo digno. Lo anterior ha traído consecuencias para muchos mayores LGTBI en forma de pensiones de jubilación, viudedad, y otras, muy bajas o inexistentes.

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Las pensiones de las personas LGTBIQ: de la discriminación de ayer a la igualdad teórica actual, pero con muchos mayores LGTBI sin derecho a pensión o con pensiones muy bajas

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Las personas LGTBI más mayores, que hace décadas sufrieron más la incomprensión social, son ahora los que disfrutaron de menos derechos y no han generado pensiones, o simplemente perciben pensiones mínimas no contributivas.

El presente de los LGTBI más mayores como consecuencia de un pasado no equitativo

Hoy en día, a efectos legales, existe una igualdad de trato entre personas heterosexuales y personas LGTBIQ, en cuanto a los derechos y el acceso a las pensiones y prestaciones de Seguridad Social. Sin embargo, no era así hasta todavía recientes décadas. Todavía existen personas mayores del colectivo LGTBI que no han podido acceder a pensiones de viudedad por no haber podido casarse nunca con sus parejas que posteriormente murieron.

Bastantes de esas personas mayores LGTBIQ no pudieron cotizar a la Seguridad Social porque no se les querían contratar por su orientación sexual o por ser transexuales.

La Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, aprobada en 1970, consideraba enfermas, delincuentes y peligrosas a las personas LGTBI. Dicha Ley permitía su aislamiento, persecución, discriminación, arresto, encarcelamiento, tortura o internamiento psiquiátrico.

También podían ser condenadas en aplicación del delito de escándalo público, y las organizaciones LGTBI eran consideradas ilegales. Se trataba de un marco legal de represión sistemática de homosexuales, bisexuales, transexuales e intersexuales. En 1978 dejaron de ser delito “los actos de homosexualidad”. En 1988 se eliminó el delito de escándalo público, y en 1995 fue derogada la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social.

Las personas LGTBI mayores han vivido décadas de sufrimiento y de lucha por sus derechos, en la que travestis y mujeres transexuales fueron especialmente víctimas.

El 85% de las personas trans siguen sin poder acceder a un puesto de trabajo y, en consecuencia, sin poder beneficiarse de una pensión cuando llegan a la edad de jubilación. Muchas de nuestros mayores LGTBI, que vivieron reprimidas y tuvieron el valor de “salir del armario”, vuelven a tener que ocultar su condición al llegar a la tercera edad por miedo a la no aceptación en las residencias o en los centros de día.

Las agrupaciones LGTBIQ han realizado, en años recientes, campañas para exigir que se blinden las pensiones en la Constitución y que se eleve la cuantía de las pensiones no contributivas (de jubilación e incapacidad). Muchos de esos mayores LGTBI carecen de ingresos más allá de sus pensiones no contributivas.

Asimismo, en la actualidad hay todavía muchos “viudos” debido a la ya lejana la pandemia de VIH (sida), que ahora es una enfermedad crónica que normalmente no es mortal, los cuales, al no haber podido beneficiarse del matrimonio (el matrimonio entre personas del mismo sexo se aprobó en 2005, y muchas de esas personas – o sus parejas- murieron antes de ese año), no pueden optar a pensión de viudedad.

Muchos de ellos, ahora mayores, están en situación de precario, con prestaciones no contributivas, además de ser ayudados por acción de entidades social y ONGs. Cuanto más mayores son, más perseguidos estuvieron en sus tiempos jóvenes, y más dificultades tuvieron para encontrar trabajo.

De aquellos barros, estos lodos: peores trabajos y salarios, traían consigo cotizaciones más bajas, o simplemente trabajo en la economía sumergida (sin ser dado de alta), lo que produjo pensiones mínimas o directamente no generar derecho a pensiones contributivas.

Otras personas vivieron ocultando su sexualidad, por miedo al rechazo social, lo que quizás les permitió acceder a mejores trabajos y salarios, aunque, como contrapartida, tener que vivir vidas que no eran la suya (vidas de otros).

En este 28 de junio queremos recordar a esas personas mayores LGTBI que sufrieron la incomprensión social y el castigo de las Adminsitraciones, personas que además hoy sufren estrecheces por no acceder a pensiones dignas, debido a no haber podido cotizar lo suficiente. O porque “su amor no les daba derecho” a ser causante o beneficiarios de pensiones de viudedad.


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